Mapas de piel

¿Por qué lloraste hoy?
¿Cómo lo sabe?
Me lo contó un pajarito.
¿Por qué los pajaritos le hablan a mi mamá?
¿Por qué le cuentan cosas que por tristes no quiero contar?
¿Por qué la tía del jardín olvidó lavar mi cara de resbalines polvorientos?

¿Mamá, por qué el papá se fue al cielo?

Piojenta, piojenta, piojenta,
Nadia cochineli, leoncia,
¿Acaso eres niño o niña con tus pelos cortos y parados y ese jumper?
Lávate con zapolio, saca el dedo del enchufe,
abuénate con la peineta y el lindano.
Acá tienes una comunicación para la casa.

Busco duraznos maduros y olorosos, como un puño de adulto cerrado.
A veces, los encontrábamos al final de la feria, picados y tirados como basura.
No importa, se le saca lo podrido y con lo bueno, se reemplaza un almuerzo.
A veces, una larga tarde de sol jugando en la calle, se coronó con un durazno,
entero y enorme, sellado bajo su piel de terciopelo colorado.
Sentados sobre la vereda, el jugo viajó hasta el codo,
y nos regaló el mapa mundi de la tierra y la dulsura,
dibujado en el brazo.

Un pedazo de vidrio entre la hawaiana y los dedos del pié.
No hay diferencia entre la sangre
y el barro que forman la tierra y la transpiración.
Seguimos jugando hasta que la pelotita se estrella sobre un mapa rojo en la acera.

¿Por qué robaste de las mochilas de tus compañeras?
Es que tenía hambre.
Tres cahetadas bien dadas y tres líneas rosadas en el mapa de la vergüenza.
En esta casa somos pobres, no ladrones.

Busco duraznos maduros y olorosos, como un puño de adulto cerrado,
Ahora solo venden duraznos verdes y pequeños
y las colaciones son billetes de luca y chocapic con yogurt,
Los piojos viajaron a otros continentes, hasta otras dictaduras.
A lugares con otros detenidos desparecidos, con otros torturados, con otros muertos.
La ducha caliente a borrado casi todos los mapas,
ahora los pajaritos no tienen grandes novedades que contar a las madres.

Estos intentos

Tengo miedo de morir sin ver jamás la primavera.
Que Valparaíso arda mil veces sin que sus cerros se pueblen de justica
y que las lluvias sigan mojando hasta matar de frio a los mismos viejos de la calle.
¿De qué me vale alardear esta poesía en que me cubro como naufrago?

No quiero ver más niños botados, ni gente de mierda
defendiendo el derecho a nacer para la miseria!

Tengo miedo de recoger mi porquería adornada con los ojos cerrados
y solazarme en los aplausos, en las felicitaciones, porque lo he escrito tan bien,
pero aún no saqué ninguna sombra del desamparo que nunca viví,
y que me invento haber sufrido, para no cargar con los muertos en la espalda.

Miren! Miren! Ahí están en todas partes, los vestigios ambulantes
de la barbarie disfrazada de progreso.

Todavía se caen a pedazos las construcciones a mano, se llueven las casitas,
se pudren los sueños, se estrellan contra un barro que todo lo absorbe.
Desde la mañana hasta el cansancio más encarnecido, claman,
destellos de una humanidad sepultada en desesperación y llora, sin parar.

Bebamos! Bebamos! Que el despertador nos sacará rápido del sopor y la resaca,
para retornar a las bonitas oficinas, con cafés de grano y pautas de intervención social.

Todos los pasos del calendario arrastran la esperanza para arrinconarla,
contra las murallas erigidas en torno a las cuentas de fin de mes.
No queda una sola ráfaga de pájaros sin jaula en las esquinas de los barrios,
todas emigraron a un lugar que está más allá del sol, dónde no sabemos cómo cresta llegar.

Y nuestras páginas, son anuncios matutinos, intentos por delinear mapas con rutas posibles,
que nos libre de no haberlo intentado.

Premio para ese niño

Sé que para usted yo habré perdido el juicio,
que para cuándo estas insensateces lleguen a sus manos
será tarde para que me ponga en cualquier reclusorio,
aunque su recluida certidumbre se remezca solo un tanto,
antes de volverse más dura-dera.
Y es que quiero premiar a ese niño.

Usted con mucho juicio e indignación
está rogando a los cielos por paz para su vida
(no para la del niño, claro está, sino para usted)
y no es raro, son tantos los que piden eso
paz, paz, paz, el mundo pide paz.
Pero no para ese niño que carga con la muerte.

Como la respuesta celestial tarda una eternidad
ahora pide a los tribunales, legisladores y ministros,
«si ya puede matar no es un niño, que pague como hombre».
Que los verdaderos niños puedan salir a jugar sin temor
las madres, preparar sus cenas generosas,
y hacerles comer todo, porque otros no tienen que comer.

Mañana su niño, que es sin duda el más lindo del mundo,
será premiado con un futuro, porque ya lo premió la escuela,
le premió el libro entregado con el mayor premio del cariño,
y le premió cada cumpleaños, navidad y día sagrado,
con lindos juguetes, aparatitos novedosos que fabrica,
este otro, que no es niño, porque trabaja desde que tiene memoria.

Y usted le enseñará valores importantes,
que solo se aprenden en el seno del hogar bien constituido.
Cosas como el orgullo, la vanidad y la soberbia,
y él ha sido tan premiado que no podría ponerlo en duda.
Usted no le enseñará la insignificancia que puede la calle
hacer sentir a esto otro, que no alcanza a ser un niño.

Yo sé que usted tiene un libro lleno de Bienaventuranzas
que ha leído tantas veces que ya ha olvidado
a los perseguidos por causa de la justicia y a los que lloran.
Para usted un niño con las manos ensangrentadas
es mucho menos que un niño y mucho más culpable.
Una aberración sin nombre y sin historia, sin derecho a llanto.

Yo que no creo en las narraciones fantásticas de su libro,
me pregunto por ese niño que tiene hambre y sed de amor
y en vez de eso le dimos un coctel de drogas,
que es un extranjero en todas partes y en vez de hogar,
le dimos todas las miserias de las calles del mundo.
¡Ese es el niño! No otro, no otro…

Usted quiere que pague de nuevo, que tenga castigo,
sepa que no le dará nada nuevo, es lo único que conoce a plenitud.
Y es lo único que conocerá hasta esa ignominiosa noche,
en que termine colgado en cualquier viga, o reventado por una bala.
Aunque para usted no sea suficiente y le augure los mil infiernos
a ese niño que no es niño y mata como hombre.

Y porque ha sido castigado con la necesidad,
de cargar todo el infierno en sus tiernas sienes,
y porque sus ojos son el precipicio abismal hacia el horror,
yo cambiaría todas las sonrisas de los niños verdaderos,
por verle una sola vez premiado,
con eso que yo llamo dignidad y usted llamaría cielo.

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